18.11.19

Como el clima no se entiende
si estoy bien
si exploto en cualquier momento
si le caigo como un rayo
al que se atreva a querer
acercarse,
abrazarme,
al menos preguntarme
qué me pasa
por qué lloro desconsoladamente,
por qué no paro
de llover intermitentemente-
entre llovizna y diluvio-
hace ya mas de un mes.

Me dicen que es angustia,
que no,
que es tristeza,
qué hay medicación
que no la hay,
que puedo trabajar
que no.

Qué hago si dejo caer
un nubarrón en el mostrador,
si me hago bolita
bajo el escritorio
como estuve haciendo
en las esquinas poco habitadas
de ciertos rincones de Caballito.

Hace calor,
tengo calor,
la medicación para la angustia
no ayuda,
la medicación para dormir
no ayuda;
tengo calor
y vienen los truenos,
la lluvia,
el intento de bajar la temperatura,
poner la televisión,
apagar el celular,
quedarme en modo avión.

Durante mis días de sol
y temperaturas aceptables
decidí llenarme de actividades
que me alejen de las nubes-
olvidando que tampoco es bueno
el rayo UVA directo a la cara
y que si un día
ya ni las paltas más a punto
pueden sacarme de la cama
para desayunar -
como un dominó
mi semana de actividades solares,
de ese ímpetu de querer
salir del ojo de la tormenta,
de la idea fija que persigue
hace diez años
de vez en cuando -
y si también hay
trastorno límite de la personalidad,
y si es por eso que la meteorología
nunca acierta al pronóstico
y los planes se caen,
se deforman
y de nuevo hay llanto.

El llanto cura,
sana,
ayuda,
cicatriza dolores inefables.

Mi problema no es el llanto
sino el deseo -
y qué cosa más trágica
que odiar el deseo,
ya que sin deseo
qué sería de nosotros.

Mi problema es
el deseo latente
de no querer ser más,
de irme,
de cruzar mal la calle
y ver qué pasa,
de correr hacia algún lugar,
aunque me quedaría sin aire
a las tres cuadras
para volver a acurrucarme
en el escalón de la verdulería
cerrada por feriado
tapándome con las manos inundadas la cara-
con la esperanza por qué
no de finalmente ahogarme-
porque no sé quién soy,
no sé existir
o cómo comportarme
en el lugar al que llegué
después de tanto esfuerzo
en el que se supone
que estoy bien,
que todo lo puedo,
que es solo voluntad,
que siempre que llovió paró
y que nunca jamás de los jamases
voy a animarme a llevar a cabo
ese suicido que me susurra
esporádicamente
al oído perforado.

Pensé en lo que pensamos gran parte del tiempo. En la plata que falta, cómo conseguirla, donde, qué tengo, qué quiero tener, qué puedo vender si no es a mi, si quiero estar ahora endeudada o si quiero ahorrar para una Constanza que no sabemos si va a existir. Pensé en los ahorros que tendría si no hubiera comprado tanta basura para regalarla, para tirarla, para dejarla en el triángulo de las bermudas. No puedo comprometerme con lo que implique trabajo independiente porque implica inversión y volvemos a la plata, a las tarjetas de crédito. A querer mejorar la casa pero adiviná que necesitamos para eso, sí, plata, entonces usamos la virtual la de los plásticos que nos dicen que algún interés se lo va a comer- como si la idea de qué tal interés exista en un futuro no fuera trágica para todo el resto de lo que nos compete, para vivir y no necesitar más plata. Porque mientras yo quiero plata para mejorar un dos ambientes que alquilo hay gente que no come, mientras yo quiero plata para ver si alguna vez se van los granitos que tengo en los antebrazos hay jubilados con la mínima que este mes no van a tomar sus remedios. Porque mientras busco llenar algún vacío con más plata más deuda más ventas, porque para que yo tenga más plata tengo que sacársela a alguien a cambio de algo que quiera, que yo haga o que yo tenga, un trueque pero con dinero, para comprar alguna otra cosa que no sabemos qué va a ser la semana que viene, si la celulitis, la cadena de gimnasio que va a cobrarme lo que quiera para hacerme sentir mal porque nunca voy a ser como la chica de la foto. En el medio de tanto pensar qué hacer y cómo hacer con la plata, teniendo publicada la bandeja que fue un regalo de cumpleaños aunque no exactamente el estético que yo quería, pienso en vender los vinilos. Los usados, los nuevos, los que compré en aquel terrible viaje a Gran Bretaña en el que me ahogué en Bowies remasterizados; en esa increíble visita a Kastanienallee donde encontré a Neil Young, a Dylan and the Band, donde me encontré queriendo a más de un alemán. Entonces pienso en venderlos todos, en que queden en recuerdos, en otros gastos innecesarios del pasado, en una foto qué tal vez haya impreso o que esté oculta en algún disco rígido. Busco la caja de Quilmes retro donde los guardo, sacudo el polvo, los paso de a uno y me encuentro con Alma de Diamante, pienso en el día que me lo regaló, el día que me dijo por primera vez que era yo un alma de diamante. Entonces decido, me doy cuenta, asevero: no hay plata que valga deshacerse de un empírico gesto de amor.

casi no me importó que me dejaras
destruida y sin acabar
en la cama desarmada
cómo nuestra relación-
bueno, la que vos decidías
tener conmigo, la única que
podía tener yo-
porque el olor a café
ya inundaba el dos ambientes
donde nos conocimos,
del que no salimos
porque para qué
si no había otra cosa que hacer,
tomar café,
dejarte acabar conmigo-
bueno, no conmigo,
sobre mí-
y que huyas a donde sea que vivieras,
si es que vivías,
si es que realmente en el mundo
existía un lugar que pudiera contener
tu narcisismo y confusión,
tu percepción de lo que eras
y lo que hacías por el resto,
esa autopercepción magánima
que envidié siempre
porque yo me odiaba
un poquito mas
cada día,
cada filtro de café
que tiraba a la basura-
porque la mezclaba con plástico
en vez de reciclar,
porque una vez más
te dejaba dejarme
y sonreía
y decía que no importaba
que hasta la próxima;
en vez de preguntarte
por qué,
en vez de decirte
andá a terapia,
yo haré lo propio,
fíjate por qué te queres tanto-
no lo mereces-
y yo me fijo porque no acabo,
si es amor lo que falta, o al menos un poco de interés-
lo merezco

casi no me importó
leer en twitter que te escrachaban
y decían que habías abusado de alguien más,
que desarmaste otra cama,
que destruíste a otra chica,
que no habías empezado terapia.

13.11.19



blisters por la calle
partidos
vacíos -
cómo yo -
perdida

mirando precios en librerías
aunque no tengo donde ir
y mi casa está llena de
lápices marcadores lapiceras
resaltadores
pero aún no resalta
qué busco

está cerrada la ferreteria
pruebo un sillón
compro una tapa de inodoro
la grifería

todo mal compro
porque no me gusta
pensarlo
medir
hacer las cosas bien

solo cruzo por la senda peatonal
esa es mi acción ciudadana -
correcta-
y hasta por ahí nomas
porque incluso sobre la senda
camino mal
mirando el celular o
hacia el lado contrario
de donde vienen los autos,
justifico con que son las bicicletas
el verdadero problema -no yo-
que hacen lo que quieren - no como yo,
cómo podría si ni no sé qué es-

y la fila en el banco ciudad a esta hora
es cada vez peor
nadie tiene plata para sacar del cajero
solo consultas sobre cómo refinanciarse -
que podría ser mi primera
consulta a la nueva psicóloga mañana

podría entrar al subte
en este momento
e ir a trabajar

pero lloraría en el mostrador
y se correria el maquillaje
que tan cuidadosamente uso
para minimizar la crítica innecesaria,
maliciosa,
la eterna búsqueda de desperfectos que
tiene la gente en general,
que tienen conmigo,
que tengo conmigo

entro en cambio
a una galería fantasma
a ver si hay alguien despierto
para hacerme un agujero en la oreja,
para desmayarme
llorar

pero nadie se anima
a las perforaciones a esta hora
nadie quiere hacerse cargo
preferentemente
la culpa es nuestra
por no estar conformes
porque no nos alcanza
porque si queremos lastimarnos
hagámoslo solos

clávate vos la aguja
inféctate un poco más
gasta en remedios
en médicos
en seguir culpándote
por no haber ido a votar
por no ayudar
si podes
si tenes tiempo
solo no tenes ganas de vivir
no es excusa
hay gente que
no come

obviamente sigue todo cerrado
no queda otra que
comprar un poco de tierra
volver a casa
a la maceta
llenarme de abono
y esperar a ver si el sol
ne ayuda a crecer
o finalmente a secarme.


Donde empiezo yo. Donde termina ella. Cual es la
racionalización y cual es la excusa. Hasta donde llega la lógica y donde empieza la manipulación. Cual es la realidad y cuáles son las predisposiciones a las que no obligamos, las que repetimos inconscientes y terminamos creyéndonos. O son ciertas. Los trastornos múltiples límites son míos son tuyos, son nuestros. Son? Que son? Cómo hacemos si es cada tanto? Resolvemos y después vemos. Medicación psicología actividad amor amigos familia. No me tiro por la ventana porque está enrejada, porque le tengo pánico a las alturas. No me corto porque me va a encontrar el colo que no merece nada de esto. No me empastillo porque no me dejan. Quiero dormir déjenme dormir. Donde empiezo yo, donde termina ella. Si hacemos siempre lo mismo, si queremos apagar la tv igual, no importa lo que nos rodea.

mientras hago fila
y no tiempo
se hace un lugar
un asiento
hay una virgen
una estampita

no se si son distintas
si son todas la misma
o si depende el dia
como yo
o nosotras
unidas y desdobladas
de acuerdo a la
circunstancia
a la posibilidad
o al deseo

maria en una esquina
yo en una punta
en la otra
aunque quizá los demás
nos confundan
tampoco se si
somos dos
o somos una

llueve, está bien
pero la gente sale igual
son las diez de la noche
sin embargo
y yo no quiero más
me pesan los ojos
cómo viven los demás
puedo quedarme acá
con la torticolis por
la paja de acomodarme
no me sé ni relajar
tengo sueño
qué hago si me quedo sin internet
sin scrollear
tengo un par de velas prendidas
por si la luz se va
para dormir entre los cables
con olor a jazmín y chikunguya
a ronroneo de gatito
a calor de invierno entre
las sábanas con gustito
a viernes a la noche a viernes de
soledad


escribo soledad en el celular
y aparece un emoticón que llora
deprimido diría que suicida
cortémosla con la presión social
de habitar de a muchos cada
día y segundo en cada
rincón y habitación
déjame hacerme una paja
para dormir profundo
que estoy de franco y pude
escapar de todos los compromisos
que me querían socializar

Exijo lo mejor
Me quedo con los restos
Que nadie quiere siquiera
Envolver para llevar

A donde
Si está roto
Si huele mal
Si no alcanza
Para nada
Para nadie

Exijo por demás
No lo mejor
Hasta hacer mal
En lo inmediato
Pero a futuro tal vez
Pueda funcionar
Con alguien más
Conmigo
Exigida
En pedacitos
En ese abrazo
Tuyo
Que me vuelva a juntar

Los paraísos de la gente suelen incluir playas de arena
blanca, mares azules y celestes, cristalinos, palmeras, tal vez cocos, y una intensa presencia del sol.
Mi idea de paraíso, por otra parte, se aleja bastante de aquella. Realmente les gustaría no tener internet por toda la eternidad? Como sabría el resto de los muertos las cervezas que te tomaste, o qué tal mal te podes broncear? Y si vamos al caso: una eternidad de protector solar? Arena en los zapatos, arena en la comida, el culo siempre con algo de arena. Gracias, prefiero mi café sin azúcar, el mejor wifi que el primer mundo del más allá me pueda dar, sola y dentro de un cuartito con vista, eso si desde la altura, a cualquier gran ciudad.